martes, 3 de junio de 2014

En esto pienso mientras escribo el fucking plan de comunicaciones...II



29 de mayo de 2014

Queridos, todos

Pasé el día entero en la casa. Decidí no ir a la oficina y ojalá pueda aplicar esta decisión, al menos una vez por semana durante los próximos dos meses y dos días.

Regué las plantas, les puse abono de cáscara de huevo triturada, preparé arepas con tsampa y leche en polvo, me maquillé, canté, bailé, cociné papas en mole rojo, preparé infusión de coca con limón, llamé a ETB a preguntar qué pasaba con el internet (dos veces), me bañé, me vesti, tomé café durante la mañana y te en la tarde, escribí en mi diario, hablé con mi reflejo frente al espejo (en español e inglés), actualicé maricadas pendientes en el computador, recogí a Jacobo para ir a cenar con mis primos, cené con mis primos en Usaquén, y, mientras todo eso pasaba, adelantaba uno o dos renglones del fucking plan de comunicación interna de la institución para la cual trabajo. Al final del día había avanzado tanto como en una jornada regular en la oficina. 

Me quedan dos meses y dos días para terminar mi contrato con la institución para la que trabajo. 

No tengo jodida idea de qué voy a hacer después. Me preocupo a medias. El patetismo de mi rutina me produce más piquiña que la incertidumbre de quedarme sin trabajo. De hecho, esa incertidumbre se ha transformado en anhelo, excitación, en espera ansiosa, en curiosidad. ¡Ya quiero que llegue! No creo que pase nada que pueda empeorar el astío que ya tengo por mi cotidianidad laboral.         ¿O sí?

Elaborar desde ceros esta verrionda estrategia de comunicaciones, con análisis de diagnóstico, percepción del clima laboral, incluyendo mapas de procesos, cronogramas, presupuestos y no sé cuantísima más shit de la que no tengo puta idea, se ha convertido durante los últimos cuatro meses en una de esas trabas malucas: malos viajes, paranoicas, incómodas, aterradoras en las que crees que el efecto jamás llegará a su fin y te quedarás así por el resto de tus días. ¿Más o menos se imaginan de qué tipo de turra hablo? A mí me pasó, una vez, la más grave, cuando me comí un brownie mágico y estuve durante 36 horas delirando y sosteniendo el cañazo de sobriedad en el grado de mi hermano delante de toda la familia. 


En ese entonces mi familia aún tenía esperanzas en mí, como profesional y no sabían que fumaba marihuana. Ahora lo saben y todas sus expectativas se han ido al fregadero. Mi relación es mucho mejor con ellos desde que ya no esperan nada de mí. Tenemos hermosas y tranquilas conversaciones sobre la vida y las cosas alrededor. Sencillas charlas en las que ya no se toman el trabajo de evaluarme ni se preocupan por mi futuro o el de ellos a mi lado. Disfrutamos, por fin, de la libertad que proporciona la "no espera".

El caso es que esa traba ocurrió algún tiempo atrás. Yo tampoco me había liberado tanto de la influencia de mi familia en mi vida. Aparentar lucidez, sobriedad y dominio absoluto de mis sentidos ante mi familia durante 36 horas, ha sido uno de los esfuerzos mentales más poderosos y desgastantes que he llevado a cabo en mi vida. Creí que no lo lograría y cuando al final los embrujadores efectos del THC salieron de mi cuerpo y despejaron mi percepción de la realidad, pensé que había sobrevivido de milagro. ¡No me lo podía creer! ¡Lo había logrado! Nadie se había dado por enterado y yo aún estaba viva y consciente. 

Con las comunicaciones internas es lo mismo. Cuando al fin esto acabe, yo sentiré que lo logré de milagro, que: haber cumplido con ese contrato que tengo con el Estado, haber entregado todos los productos, los documentos y los resultados por los que firmé y con los que me comprometí, a sabiendas de no tener ni puta idea de cómo hacerlos, habrá sido un maldito milagro. Y nadie se habrá dado cuenta. ¿O sí?

Pero aún estoy en medio del mal viaje, no he entregado nada, en dos meses y dos días se acaba mi contrato y no sé si el montón de inventos y patrañas que estoy poniendo en ese documento al que titulé “Plan de comunicaciones internas (ahí voy!)” irá a ser creíble o demasiado estúpido. El cansancio, el esfuerzo mental, la improvisación, la sostenida del cañazo, el desorden de ideas, la paranoia y la sensación de que me voy a quedar así para siempre, aún están vivos, frescos y con suficientes reservas. 


¿Será que, si me fumo un porro, se organizan las ideas en mi mente o se intensifica el bad trip?


¿Qué hacen o en qué piensan ustedes mientras yo escribo este fucking plan estratégico?

¿Qué leen por estos días? ¿A quién besan? ¿Qué película se vieron recientemente? ¿Cuál fue el último ritmo que bailaron en una fiesta? ¿Qué cenaron anoche? 

Con amor y el deseo de que estén disfrutando de su tiempo libre y de que tengan tiempo libre,

Lía Violeta


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