Busco mi lugar en Bogotá

Bogotá, 12 de septiembre de 2012

Queridas hermanas, Frijola, apreciado 'recién graduado' y Tuck,

No saben cuanto me alegra imaginármelos acompañados. Abrácense tanto com puedan. Daría todo lo que no tengo en Bogotá por estar al lado de ustedes.

Estoy más sola que una base militar gringa en Panamá (copy right). Es la primera vez que experimento este sentimiento de ausencia de compañías, de afinidades, de amistad. Ya se los he dicho. Es algo raro. Pero creo que así se siente la soledad de la que la gente se queja: cansa, aburre, da frío, dan ganas de llorar, duele el estómago, la valeriana no hace efecto y al final del día me cobija una nube de nostalgia y pesimismo. Me parece que he perdido para siempre la felicidad y el bien-estar que abrazaba con tanta seguridad y amor hasta hace apenas dos meses y un día.

No es que nunca haya estado sola en mi vida. Si de algo me he sentido orgullosa siempre, teniendo en la cuenta el papel tan deficiente que el orgullo juega en mí, es de tener una excelente relación con mi soledad. ¡Vaya que nos hemos divertido! ¡Cómo somos de parceras! ¡Ha sido, desde que tengo memoria, mi compañía favorita! Qué importa el éxito profesional, qué más da la mala suerte en el amor, qué me empaquen el dinero y los lujos, a mí me hace feliz lo mucho que mi soledad me quiere y ya.

Pero esta soledad es diferente. Es la primera vez que nos topamos cara a cara y siempre hay ruido a nuestro alrededor. Quizás sea eso, no hemos tenido el placer de conocernos.

En casa de mi tío, donde ya cumplo un mes abusando de su confianza, nunca hay tiempo para orinar, respirar y guardar silencio. Siempre hay alguien hablando, el televisor está encendido a cualquier hora, la comida servida, las preguntas dispuestas antes que el saludo, las luces off a las 9:30 pm, todos a la cama.

Esta noche estoy donde David. Él se demora en llegar. Escucho a Nina Simone y escribo un anuncio para buscar apartamento. Dice así:

“Busco, desesperadamente, un apartamento para alquilar con Carola. Necesito pronto mi propio espacio o me voy a deprimir. Quiero una habitación, una sala, una cocina, un baño y una ventada donde pueda desempacar mi maleta, leer, escribir, meditar, tejer, cocinar, plantar una mata, adoptar un gato, tomar cuanto tinto, aromática y té se me antoje. 
Quiero dormirme tarde y hasta tarde, escuchar música a alto volumen, bailar en calzones por la sala, plancharme el pelo, lavar mi ropa, destapar una botella de vino, bebérmela al ritmo que quiera, destapar la segunda y la tercera… No desayunar, desayunar si me provoca, tener cervezas en la nevera, desayunar con una cerveza.
Quiero prender un porro, pintar en las paredes, encender veladoras, colgar los mantras del viento en la ventana, ver una película a las 3 de la mañana. Salir de rumba, regresar borracha, llevar a un amante pasajero a mi cama, echarlo a la mañana siguiente, dejar la cama destendida, los calzones en la ducha, los platos sin lavar.
Quiero cocer, recoger ropa usada, platos usados, pocillos usados, muebles usados, tener una huerta miniatura con albahaca, tomillo, menta, hierbabuena y cidrón. Quiero invitar a los amigos que no tengo a un Club de Lectura, a la familia que se queja por todo, a una frijolada, a los compañeros de trabajo que siempre se tuercen, a unos tequilas. 
Busco una casita donde Zack, Arturo, María, Kasia, Daniell, Pawel, Georgie, Ivetta, Blancarola, Ale, Diana, Frank, Naty, Lee, Sussi, Charlie y Chriss puedan visitarme, o descargar sus maletas y visitar Colombia. Una casita donde, al menos, pueda soñar con que ellos me visitan. Donde pueda recibir a Violeta, cuando sus papás me la manden a pasar vacaciones, donde pueda, al menos, soñar con que algún día me van a mandar a Violeta a pasar vacaciones. Busco desesperadamente mi lugar en Bogotá, Colombia.
¿Informes?”.

Con la paciencia que se me agota,

Lía Violeta