jueves, 5 de junio de 2014

Y mientras escribo el plan de comunicación interna...III. La guerra sigue intacta

30 de mayo de 2014

-¿Qué es ese ruido arriba en el techo? ¿Palomas? –preguntó Esperanza, una compañera del primer piso de mi oficina, que subió a hacer alguna consulta administrativa.


-Sí. Se meten por algún lado, llegan hasta allí y hacen ese ruido. A veces sacan la cabeza por ese hueco en la pared y nos saludan. –le respondí, señalando el agujero entre el techo y la pared de esta guardilla donde hemos improvisado la oficina de comunicaciones.

Esperanza me miró con cara de asombro, pero sin una pisca de duda. ¡Me creyó!

-Si creíste que las palomas en serio sacan la cabeza para saludarnos, no veo por qué mis jefes no se van a tragar completo este invento de Plan de Comunicaciones Internas que estoy “diseñando” ahora mismo. Me llené de ánimo. Después de todo, tal vez sí tenga algún poder para convencer o timar. Empecé a escribir la descripción, el análisis, la sustentación, justificación y estándares de calidad de las actividades extra laborales de integración.

En esas andaba, por fin concentrada, cuando Salomón subió corriendo a la oficina con los ojos encharcados, una mano en la boca y la otra sosteniendo el celular: “Me acaba de llamar Jinel, la guerrilla se tomó La Chorrera. Están todos debajo de las camas sintiendo la balacera y los estallidos afuera en el pueblo. ¿Qué hacemos?”


Olvidé precisar que mientras yo me devano los sesos escribiendo ridiculeces sobre cómo mejorar el clima organizacional de un montón de citadinos en sus cómodas oficinas, que van y vienen entre tacones y corbatas, afuera en los pueblos pequeños y barrios marginales de mi país, mis compatriotas se matan, se secuestra, se desaparecen, se masacran, se violan, se roban, se torturan, se amenazan, se odian, se desprecian. Olvidé precisar que trabajo para una institución pública del Estado Colombiano, un país en guerra durante más de 59 años.

“¿Qué hago? ¿Qué hago?”, repetía Salomón. Dejé a un lado el “indispensable documento del Plan de Comunicación Interna” y empezamos a llamar a todo el que se nos ocurrió: Defensoría del Pueblo, Cruz Roja, Gobernación del Amazonas, Alcaldía de Leticia, algunos altos militares, organizaciones sociales, periodistas… “Ayúdennos a hacer bulla, a presionar al Ejército para que pare el fuego. Que vaya la Cruz Roja a La Chorrera, que atiendan a la población civil…”


Hace un año y medio estuve con Salomón en La Chorrea, conocimos y nos hicimos amigos de los mismos que ahora nos llamaban desde debajo de sus camas a pedir auxilio. Jinel, Genelí, el Mayor Manuel… La Chorrera es un territorio vastísimo en el centro de la Amazonía Colombiana que se extiende a lo largo del Río Igará Paraná. En él viven 3452 personas de los pueblos indígenas Uitoto, Muinane, Okaine y Bora. Fue este mismo pueblo al que explotaron, masacraron y casi extinguieron los exportadores, comercializadores y consumidores de caucho durante el boom cauchero hace 100 años. Cuando caminas por la selva de La Chorrera puedes ver en lo alto de algunos árboles las marcas de los machetes que hacían sangrar el caucho de los troncos. Siguen ahí como cicatrices en la naturaleza y recordatorio para los humanos del holocausto indígena.


Esta vez el plan estratégico de comunicación interna tuvo que esperar.


Con cariño, desde el país de la desesperanza,



Lía Violeta

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