lunes, 15 de octubre de 2012

¡No me estoy muriendo de hambre!

Bogotá, La Soledad, 15 de octubre de 2012

Mis adoradas hermanas, Violetita, Camilo y Tuck,

Sabía que una de las dificultades que tendría al regresar a Colombia era enfrentarme al afán colectivo (especialmente de mi familia) de verme devorando sancochos, cazuelas XL de fríjoles, chicharrones 21 patas, pollos enteros con plátano asado, lechonas, porciones descomunales de arroz... comida, mucha comida, más comida que me hiciera lucir hinchada y cachetiroja, síntomas de perfectas condiciones de salud, según mi mamá y mi tía. Sabía que sería difícil resistir y continuar con mis rutinas alimenticias de pequeñas porciones o porciones vacías que tanto espacio y energía le dejaban a mi cuerpo y a mi mente para vivir con más clama y claridad.

No conozco mucho al respecto, lo hacía intuitivamente, pero recuerdo una vez que Namjal me explicó que uno de sus cometidos como monje budista era alcanzar mayor control del desperdicio de su energía. Si lo conseguía, podría comer menos, porciones más pequeñas y así, de su plato podrían alimentarse otros dos o tres.

Durante otra temporada tuve como compañero de clases a Renato, un sacerdote católico italiano que durante una semana realizó un ayuno zen para limpiar su organismo y sus ideas. Durante esos días, Renato se movía lento, hablaba poco y dormía un par de horas más de lo habitual. Lo hacía para no desperdiciar energía. Su cometido era el mismo que el Namjal.

Siempre que pienso en el ayuno recuerdo una frase de Hermann Hesse en Siddharta. Cuando el comerciarte al que Siddahrta acude para pedir empleo le pregunta, ¿Qué sabes hacer? y el futuro buda le responde: "Sé pensar, esperar y ayunar (...) Siddharta puede esperar tranquilamente, desconoce la impaciencia, la miseria; puede contener el asedio del hambre por mucho tiempo, y además, puede echarse a reír. Para eso sirve el ayuno, señor".



Este fin semana, que he estado, particularmente pobre, encontré este texto maravilloso sobre el ayuno, sus utilidades, no sólo, para la limpieza del cuerpo y de la mente, sino también para la cura de enfermedades: Un ayunador no es un muerto de hambre, de Steve Hendricks. Recordé a Namjal, a Renato y a Tuck, quien un día me contó sobre sus ayunos esporádicos después de comer mucho jamón.

Aunque sé que esto no es ayunar, ayer sólo tomé un plato de cereal con leche y hoy una arepa de maíz con mantequilla. Aunque ayer dormí, soñé y pensé más de la cuenta. Hoy me he sentido renovada, alegre y con la mente más despejada de decepciones y otros sentimientos negativos que, últimamente, me cuesta controlar.

Les comparto algunas citas que me gustaron y al final les copio el link para que lo lean casi completo:

El hambre, una cura que no cuesta nada (en realidad, menos que nada, ya que el ayunador deja de comprar comida) caía en desuso siempre que aparecía una cura costosa. Décadas más tarde, nuevos estudios demostrarían que el ayuno seguido por una dieta rica en grasas era tan efectivo contra las convulsiones como muchos anticonvulsivos modernos. No obstante, los estadounidenses siempre hemos preferido creer en la promesa de una pastilla antes que en modificar nuestro menú.

...el otro precepto de Gandhi que obedecí fue simplemente desaparecer los pensamientos de comida apenas emergieran. Los ayunadores modernos habían mejorado también este concepto asociando el enlace de estos pensamientos de comer con las ventanas emergentes de propaganda en internet, que se cierran con un simple clic en la X roja. Según mis maestros, un ayunador sólo debía hacer clic en la ‘X’ para cerrar esos pensamientos. Funcionó así conmigo, para mi grata sorpresa.


Plutarco sostenía: «Ayúnese un día en lugar de tomar medicinas».


Twain escribió: «Un poco de hambre puede en verdad ayudar al paciente promedio más que la mejor medicina y los mejores médicos. Lo digo por experiencia; el hambre ha sido mi médico de cabecera durante quince años y siempre ha logrado curarme».


Un ayunador no es un muerto de hambre, de Steve Hendricks.

Mi abrazo siempre fuerte y constante. Los quiero mucho y oro por su bien-estar.

Lía Violeta


 

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